De pronto, una familia con aspiraciones de clase se muda al edificio en el que vive. La relación que establece con Gregory, el hijo del matrimonio, lo enfrenta a un espejo que preferiría no mirar, confina sus proyectos de salvación a una especie de perplejidad infantil, desamparada. Harryboy Boas se ve llevado a descender al submundo de Londres para encontrar respuestas que satisfagan el reclamo de un dios que nadie se atreve a desobedecer: el dinero.
El tono y el registro de esta novela son implacables; la intriga, pícara y devastadora. Alexander Baron crea unos personajes difíciles de olvidar. En el teatro de operaciones de la simpatía, Jugador ofrece una realidad distorsionada por el filo metódico de lo terrible, e ilumina como pocas ficciones el escenario perfecto par que la tragedia estalle.