Hoy queridos amigos, les acercamos un relato breve, recogido de la tradición popular por Eduardo Galeano, escritor uruguayo. Provecho.
"En los fogones de Paysandú, el Mellado Iturria cuenta sucedidos. Los sucedidos sucedieron alguna vez, o casi sucedieron, o no sucedieron nunca, pero lo bueno que tienen es que suceden cada vez que se cuentan.
Este es el triste sucedido del bagrecito del arroyo Negro.
Tenía bigotes de púas, era bizco y de ojos saltones. Nunca el Mellado había visto un pescado tan feo. El bagre venía pegado a sus talones desde la orilla del arroyo, y el Mellado no conseguía espantarlo. Cuando llegó a las casas, con el bagre como sombra, ya se había resignado.
Con el tiempo, le fue tomando cariño. El Mellado nunca había tenido un amigo sin patas. Desde el amanecer, el bagre lo acompañaba a ordeñar y a recorrer campo. A la caída de la tarde, tomaban mate juntos; y el bagre le escuchaba las confidencias.
Los perros, celosos, lo miraban con rencor; la cocinera, con malas intenciones. El Mellado pensó ponerle nombre, para tener cómo llamarlo y para hacerlo respetar, pero no conocía ningún nombre de pescado, y ponerle Sinforoso o Hermenegildo podía caerle mal a Dios.
No le quitaba un ojo de encima. El bagre tenía una notoria tendencia a las diabluras. Aprovechaba cualquier descuido y se iba a espantar a las gallinas o a provocar a los perros:
-Comportesé- le decía el Mellado.
Una mañana de mucho calor, que andaban las lagartijas con sombrilla y el bagrecito abanicándose a todo dar con las aletas, el Mellado tuvo la idea fatal:
-Vamos a bañarnos al arroyo- propuso.
Y allá fueron.
El bagre se ahogó."
de Cuentos argentinos y latinoamericanos / compilado por Silvia Calero, 1a. ed. 2a. reimp.- San Isidro: Estrada, 2009, p. 77-78.
No hay comentarios:
Publicar un comentario